Yo no tengo inconsciente.¡Yo soy un inconsciente!
Según algunos críticos, mientras que para Freud lo inconsciente era la auténtica realidad psíquica, el psicoanálisis relacional concede una mayor relevancia a la experiencia consciente, es decir, se reduce peligrosamente la importancia que lo inconsciente posee en el psicoanálisis. Dentro de la corriente del postmodernismo, donde estos críticos colocan al psicoanálisis relacional, no podemos conocer nada, sólo podemos inventar algo con lo que estemos de acuerdo, esto es, no existe la verdad sino las verdades, múltiples y relativas a la persona y a su lugar y momento histórico. Por otra parte, dicen, Freud nunca defendió la tesis de una mente aislada como afirma la propaganda relacional. Los relacionales crean, por tanto, su propio hombre de paja y nunca se plantean leer el original en alemán. Parece que sufrimos una necesidad virulenta de rechazar a Freud como si se tratase de una figura paterna fría, frustrante y crítica, a cambio de una fantasía de aceptación incondicional, calidez, cuidado, empatía y reconocimiento mutuo por parte de una madre amante e idealizada, modelo del giro relacional en la sesión terapéutica. Y esto quizá se debe a un complejo de Edipo no resuelto. Esta crítica acierta en cuanto a que preferimos un psicoanálisis más cálido, pero no en que concedamos menos importancia a lo inconsciente. Si es cierto que pensamos que la verdad no es absoluta, o al menos desconfiamos del dogmatismo. En cuanto a lo del Edipo no resuelto, se trata de un asunto que preferimos (no) resolver en la intimidad, mientras que en la palestra pública, si bien envidiamos a los colegas que gozan de una mayor fortaleza moral y técnica ya que (dicen) sus complejos están mejor analizados, creemos tener derecho a que se nos responda con argumentos racionales y razonables. Aunque – como decía Thomas Kuhn, el filósofo de la ciencia - las discusiones entre paradigmas nunca se resuelven mediante la argumentación.
El psicoanálisis freudiano se aparta de Descartes y del introspeccionismo, desde el momento en que niega que la conciencia sea el acceso privilegiado a nuestro psiquismo. Pero en parte retorna a cierta forma de egocentrismo, o de estancamiento en la mente aislada, por la forma que tiene de caracterizar lo inconsciente. Ciertamente, la existencia de un psiquismo inconsciente se justifica porque los datos de la conciencia son incompletos, se muestra en la clínica por la aparición de los síntomas que simbolizan el conflicto y en la vida diaria por la aparición de actos fallidos y por los sueños, entre otros fenómenos.
La antigua asimilación de todo lo psíquico a la conciencia es un error, porque deja fuera gran parte de la realidad observable. Un psicoanalista es aquel que mantiene la teoría de que el comportamiento de la persona viene, en gran parte, determinado por motivos o deseos inconscientes, es decir, tiene un motivo pero no lo conoce. Esto parece un descubrimiento que abre nuevos campos a la investigación psicológica y nuevas posibilidades para determinar las causas de la conducta. La investigación ya no se limita a lo consciente, se pueden estudiar todos los motivos, sentimientos, pensamientos, tanto conscientes como inconscientes. Pero este cambio de perspectiva implica también confusiones conceptuales radicales. La frase 'pensamiento inconsciente' (motivo, etc.) es equívoca, pues suponemos que los pensamientos conscientes e inconscientes son dos clases de pensamientos. Pero esto no está implicado en la explicación original. Igualmente, los críticos del inconsciente no percibirían que no están poniendo objeciones a descubrimientos empíricos sino a una nueva forma de representación. Freud no mantenía que se reprimieran las sensaciones, sino las representaciones, quedando la sensación o emoción como carga energética que necesita buscarse otro camino de descarga. Pero se dota a lo inconsciente de la misma cualidad de interioridad y ocultamiento que suele poseer la mente en nuestra cultura. En realidad la motivación inconsciente la deducimos del conjunto o totalidad del comportamiento, del sentido del mismo, desconocido en mayor o menor medida por la propia persona.
¿Cuál es el objeto del psicoanálisis? Según la mayoría de los autores que se declaran psicoanalistas su objeto de estudio es lo inconsciente. Alguna vez he asistido a algún debate en el que se acusaba a aquellos que se atrevían a hablar de “el inconsciente” por estar personalizando, cosificando o sustancializando una realidad que no es un objeto, como tal, sino un proceso, los procesos inconscientes. Siempre me ha parecido un debate sin sentido, pues la forma de expresión “el psiquismo inconsciente”, tan sustancializadora o cosificadota como la que más, nunca ha sido rechazada por los guardianes de la pureza. El psicoanálisis se ocupa, entonces, de determinados objetos mentales (imágenes, intenciones, predisposiciones, deseos, etc.) dentro de un tipo de “monólogo interno”. Estos objetos mentales, se dice, no poseen una existencia independiente y sensible, pero pueden deducirse de la transferencia, es decir, de la relación que se produce entre paciente y analista en la que se reactualizan relaciones del pasado, y de otros fenómenos como los lapsus, los actos fallidos, los sueños o los síntomas, en general.
Nuestra propuesta alternativa consiste en sugerir que si esos objetos aparecen en la transferencia (o en los otros fenómenos mencionados) es porque son comportamientos, “viven” en el comportamiento. Por tanto, el objeto del psicoanálisis es el comportamiento. La postura contraria, tal vez todavía mayoritaria, lleva inadvertidamente a un típico razonamiento circular, pues nada justifica que digamos que el psiquismo inconsciente se muestra en la transferencia (lapsus, actos fallidos) y, después, que la transferencia es una prueba irrefutable de lo inconsciente. La hipótesis que se ha introducido para explicar un fenómeno no se debe confundir con dicho fenómeno, que es el que nos interesa explicar. Freud inicialmente propuso el funcionamiento inconsciente para explicar una serie de fenómenos psicológicos, los síntomas de conversión en la histeria, luego los síntomas en general. Dio mucha mayor extensión a su concepto de inconsciente que Janet – psiquiatra francés contemporáneo - al subconsciente. Es aplicable a todos los individuos, y da cuenta de una serie de fenómenos: los sueños, los actos fallidos, y los síntomas de las demás neurosis (obsesiones, fobias, “paranoia”, etc.).
Esta explicación nos resulta incompleta. Si el concepto de inconsciente es de verdad útil en la explicación del comportamiento humano es porque evoca toda la red social de significados, aunque no como una estructura formal interna, sino como una estructura cultural externa. Esa red se intuye a través de la asociación libre que permite, a veces, descubrir alguna de sus mayas. El significado de un fenómeno inconsciente, por ejemplo, que yo diga por error “animal” en lugar de “alemán” debe buscarse dentro de un contexto social y cultural, desde luego español, y considerar toda la red de connotaciones que existen en un momento determinado del lenguaje, por ejemplo: los estereotipos dominantes sobre el “carácter alemán”, la dificultad para aprender ese idioma, el dominio alemán en la economía europea de los últimos decenios, mi enfado reciente con un amigo alemán, etc.
Lo inconsciente, diremos, se crea en la relación y es bi-personal, se establece entre dos o más personas, pues también nos parece legítimo hablar de un inconsciente grupal, o familiar, que evidentemente no es el que proponía Jung. Aún el funcionamiento del psiquismo inconsciente individual es social por naturaleza. La mente no surge de presiones internas sino que es diádica (dos o más personas) e interactiva, busca el contacto, el engranaje con otras mentes, es el propio contexto práctico de la relación interpersonal.
Según algunos críticos, mientras que para Freud lo inconsciente era la auténtica realidad psíquica, el psicoanálisis relacional concede una mayor relevancia a la experiencia consciente, es decir, se reduce peligrosamente la importancia que lo inconsciente posee en el psicoanálisis. Dentro de la corriente del postmodernismo, donde estos críticos colocan al psicoanálisis relacional, no podemos conocer nada, sólo podemos inventar algo con lo que estemos de acuerdo, esto es, no existe la verdad sino las verdades, múltiples y relativas a la persona y a su lugar y momento histórico. Por otra parte, dicen, Freud nunca defendió la tesis de una mente aislada como afirma la propaganda relacional. Los relacionales crean, por tanto, su propio hombre de paja y nunca se plantean leer el original en alemán. Parece que sufrimos una necesidad virulenta de rechazar a Freud como si se tratase de una figura paterna fría, frustrante y crítica, a cambio de una fantasía de aceptación incondicional, calidez, cuidado, empatía y reconocimiento mutuo por parte de una madre amante e idealizada, modelo del giro relacional en la sesión terapéutica. Y esto quizá se debe a un complejo de Edipo no resuelto. Esta crítica acierta en cuanto a que preferimos un psicoanálisis más cálido, pero no en que concedamos menos importancia a lo inconsciente. Si es cierto que pensamos que la verdad no es absoluta, o al menos desconfiamos del dogmatismo. En cuanto a lo del Edipo no resuelto, se trata de un asunto que preferimos (no) resolver en la intimidad, mientras que en la palestra pública, si bien envidiamos a los colegas que gozan de una mayor fortaleza moral y técnica ya que (dicen) sus complejos están mejor analizados, creemos tener derecho a que se nos responda con argumentos racionales y razonables. Aunque – como decía Thomas Kuhn, el filósofo de la ciencia - las discusiones entre paradigmas nunca se resuelven mediante la argumentación.
El psicoanálisis freudiano se aparta de Descartes y del introspeccionismo, desde el momento en que niega que la conciencia sea el acceso privilegiado a nuestro psiquismo. Pero en parte retorna a cierta forma de egocentrismo, o de estancamiento en la mente aislada, por la forma que tiene de caracterizar lo inconsciente. Ciertamente, la existencia de un psiquismo inconsciente se justifica porque los datos de la conciencia son incompletos, se muestra en la clínica por la aparición de los síntomas que simbolizan el conflicto y en la vida diaria por la aparición de actos fallidos y por los sueños, entre otros fenómenos.
La antigua asimilación de todo lo psíquico a la conciencia es un error, porque deja fuera gran parte de la realidad observable. Un psicoanalista es aquel que mantiene la teoría de que el comportamiento de la persona viene, en gran parte, determinado por motivos o deseos inconscientes, es decir, tiene un motivo pero no lo conoce. Esto parece un descubrimiento que abre nuevos campos a la investigación psicológica y nuevas posibilidades para determinar las causas de la conducta. La investigación ya no se limita a lo consciente, se pueden estudiar todos los motivos, sentimientos, pensamientos, tanto conscientes como inconscientes. Pero este cambio de perspectiva implica también confusiones conceptuales radicales. La frase 'pensamiento inconsciente' (motivo, etc.) es equívoca, pues suponemos que los pensamientos conscientes e inconscientes son dos clases de pensamientos. Pero esto no está implicado en la explicación original. Igualmente, los críticos del inconsciente no percibirían que no están poniendo objeciones a descubrimientos empíricos sino a una nueva forma de representación. Freud no mantenía que se reprimieran las sensaciones, sino las representaciones, quedando la sensación o emoción como carga energética que necesita buscarse otro camino de descarga. Pero se dota a lo inconsciente de la misma cualidad de interioridad y ocultamiento que suele poseer la mente en nuestra cultura. En realidad la motivación inconsciente la deducimos del conjunto o totalidad del comportamiento, del sentido del mismo, desconocido en mayor o menor medida por la propia persona.
¿Cuál es el objeto del psicoanálisis? Según la mayoría de los autores que se declaran psicoanalistas su objeto de estudio es lo inconsciente. Alguna vez he asistido a algún debate en el que se acusaba a aquellos que se atrevían a hablar de “el inconsciente” por estar personalizando, cosificando o sustancializando una realidad que no es un objeto, como tal, sino un proceso, los procesos inconscientes. Siempre me ha parecido un debate sin sentido, pues la forma de expresión “el psiquismo inconsciente”, tan sustancializadora o cosificadota como la que más, nunca ha sido rechazada por los guardianes de la pureza. El psicoanálisis se ocupa, entonces, de determinados objetos mentales (imágenes, intenciones, predisposiciones, deseos, etc.) dentro de un tipo de “monólogo interno”. Estos objetos mentales, se dice, no poseen una existencia independiente y sensible, pero pueden deducirse de la transferencia, es decir, de la relación que se produce entre paciente y analista en la que se reactualizan relaciones del pasado, y de otros fenómenos como los lapsus, los actos fallidos, los sueños o los síntomas, en general.
Nuestra propuesta alternativa consiste en sugerir que si esos objetos aparecen en la transferencia (o en los otros fenómenos mencionados) es porque son comportamientos, “viven” en el comportamiento. Por tanto, el objeto del psicoanálisis es el comportamiento. La postura contraria, tal vez todavía mayoritaria, lleva inadvertidamente a un típico razonamiento circular, pues nada justifica que digamos que el psiquismo inconsciente se muestra en la transferencia (lapsus, actos fallidos) y, después, que la transferencia es una prueba irrefutable de lo inconsciente. La hipótesis que se ha introducido para explicar un fenómeno no se debe confundir con dicho fenómeno, que es el que nos interesa explicar. Freud inicialmente propuso el funcionamiento inconsciente para explicar una serie de fenómenos psicológicos, los síntomas de conversión en la histeria, luego los síntomas en general. Dio mucha mayor extensión a su concepto de inconsciente que Janet – psiquiatra francés contemporáneo - al subconsciente. Es aplicable a todos los individuos, y da cuenta de una serie de fenómenos: los sueños, los actos fallidos, y los síntomas de las demás neurosis (obsesiones, fobias, “paranoia”, etc.).
Esta explicación nos resulta incompleta. Si el concepto de inconsciente es de verdad útil en la explicación del comportamiento humano es porque evoca toda la red social de significados, aunque no como una estructura formal interna, sino como una estructura cultural externa. Esa red se intuye a través de la asociación libre que permite, a veces, descubrir alguna de sus mayas. El significado de un fenómeno inconsciente, por ejemplo, que yo diga por error “animal” en lugar de “alemán” debe buscarse dentro de un contexto social y cultural, desde luego español, y considerar toda la red de connotaciones que existen en un momento determinado del lenguaje, por ejemplo: los estereotipos dominantes sobre el “carácter alemán”, la dificultad para aprender ese idioma, el dominio alemán en la economía europea de los últimos decenios, mi enfado reciente con un amigo alemán, etc.
Lo inconsciente, diremos, se crea en la relación y es bi-personal, se establece entre dos o más personas, pues también nos parece legítimo hablar de un inconsciente grupal, o familiar, que evidentemente no es el que proponía Jung. Aún el funcionamiento del psiquismo inconsciente individual es social por naturaleza. La mente no surge de presiones internas sino que es diádica (dos o más personas) e interactiva, busca el contacto, el engranaje con otras mentes, es el propio contexto práctico de la relación interpersonal.
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