La clasificación supone un riesgo de cosificación, de tratar al otro como un objeto, que siempre debemos tener presente. Por eso yo prefiero pensar en prototipos, es decir, pautas generales de comportamiento que habitualmente se asocian, prototipos a los que el individuo particular - al que hay que comprender en su persona y su contexto - se puede asemejar más o menos. Cuando se trabaja en atención pública, con la posibilidad de encontrar personas que padecen trastornos graves y requieren decisiones urgentes, la adopción de una actitud diagnóstica se vuelve perentoria. Pero eso no quiere decir que en la práctica privada no sea importante conocer las categorías diagnósticas y aprender a identificar con cierta facilidad los trastornos graves pues el bienestar de nuestros pacientes/clientes también lo puede requerir. La clasificación del trastorno o estilo que padece o caracteriza al paciente no debe estar reñida con la empatía, ni viceversa.
Brandchaft y Stolorow, en los años ochenta, sugerían que un paciente que presenta una organización primitiva – y hablar de “organización primitiva” ya es una forma de diagnóstico - tratado según las recomendaciones de Kernberg, desplegará con rapidez todas las características que este autor adscribe a las personalidades de organización límite. Mientras que si se le trata siguiendo los consejos de Kohut, pronto manifestará las características que éste atribuye al trastorno narcisista de la personalidad. Ante la confusión diagnóstica que reina a menudo en la práctica clínica, no debe sorprender que las recomendaciones técnicas para situarse frente al paciente narcisista, varíen de forma amplia. Kohut propone una buena sintonización empática, y Kernberg sugiere que hay que confrontar al paciente con sus defensas y reacciones emocionales de envidia y odio.
Cada vez me parece más evidente, dándole la razón a Kohut, que el mejor modo de aproximarse al encuentro terapéutico es en cualquier caso la sintonización empática, y no exclusivamente con pacientes narcisistas y límites. Mi experiencia igualmente me sugiere que, una vez logrado un clima favorable, la confrontación con las defensas, con la consiguiente "desestructuración" que provoca, así como el uso de la interpretación, estará más presente en el trabajo con las personalidades de tipo neurótico. Los pacientes que funcionan desde una organización límite, se presentan ya de por sí más o menos desestructurados y con intensa ansiedad, requiriendo un uso más constante de la empatía, junto con clarificación y confrontación. En conclusión, los estados límite se construyen en un contexto intersubjetivo, como intersubjetiva es la misma relación terapeuta-paciente. No me parece que el trabajo con pacientes de corte más neurótico se presente más sencillo. Por ejemplo, cuando sentimos urgencia por dar una solución rápida al problema planteado por el paciente o la paciente, puede que hayamos caído de forma desapercibida en las redes seductoras de la personalidad histriónica. La actitud terapéutica ante el histérico es especialmente complicada, pues se requiere una acogida afable pero un mantenimiento firme de la distancia, es decir, de la neutralidad. A menudo el enfado (rencor) hacia terceras personas que se han comportado de manera incorrecta o injusta con el sujeto puede indicar la presencia de una personalidad obsesiva.
Brandchaft y Stolorow, en los años ochenta, sugerían que un paciente que presenta una organización primitiva – y hablar de “organización primitiva” ya es una forma de diagnóstico - tratado según las recomendaciones de Kernberg, desplegará con rapidez todas las características que este autor adscribe a las personalidades de organización límite. Mientras que si se le trata siguiendo los consejos de Kohut, pronto manifestará las características que éste atribuye al trastorno narcisista de la personalidad. Ante la confusión diagnóstica que reina a menudo en la práctica clínica, no debe sorprender que las recomendaciones técnicas para situarse frente al paciente narcisista, varíen de forma amplia. Kohut propone una buena sintonización empática, y Kernberg sugiere que hay que confrontar al paciente con sus defensas y reacciones emocionales de envidia y odio.
Cada vez me parece más evidente, dándole la razón a Kohut, que el mejor modo de aproximarse al encuentro terapéutico es en cualquier caso la sintonización empática, y no exclusivamente con pacientes narcisistas y límites. Mi experiencia igualmente me sugiere que, una vez logrado un clima favorable, la confrontación con las defensas, con la consiguiente "desestructuración" que provoca, así como el uso de la interpretación, estará más presente en el trabajo con las personalidades de tipo neurótico. Los pacientes que funcionan desde una organización límite, se presentan ya de por sí más o menos desestructurados y con intensa ansiedad, requiriendo un uso más constante de la empatía, junto con clarificación y confrontación. En conclusión, los estados límite se construyen en un contexto intersubjetivo, como intersubjetiva es la misma relación terapeuta-paciente. No me parece que el trabajo con pacientes de corte más neurótico se presente más sencillo. Por ejemplo, cuando sentimos urgencia por dar una solución rápida al problema planteado por el paciente o la paciente, puede que hayamos caído de forma desapercibida en las redes seductoras de la personalidad histriónica. La actitud terapéutica ante el histérico es especialmente complicada, pues se requiere una acogida afable pero un mantenimiento firme de la distancia, es decir, de la neutralidad. A menudo el enfado (rencor) hacia terceras personas que se han comportado de manera incorrecta o injusta con el sujeto puede indicar la presencia de una personalidad obsesiva.
2 comentarios:
que tal carlos, mi nombre es pablo parodi, soy aficionado al psicologia (atodidacta) y soy docente de Marketing en la universidad nacional de buenos aires, llebo un buen tiempo intentando descubrir las relaciones de la relacion existente entre las pulsio y las motivaciones concientes, pienso que en razgos generales la pulsion es desformada y ramificada por la censura (que se vale del sistema de creencias del sujeto)y de esta manera es que la pulsion termina transformandose en deseos de ir a trabajar, cambiar el auto, comerse una tostada con dulce, etc..
Que opinas?
un abrazo y gracias
Creo que la mayoría de los que, con mayor o menor acierto, nos llamamos psicoanalistas seguimos estando de acuerdo con Freud en que la mayor proporción de nuestra motivación es inconsciente. Los colegas de orientación relacional rechazamos el concepto de "pulsión" por las adherencias biologicistas que conserva (en el sentido de acumulación y descarga). La principal motivación es el apego y luego hay otras, como la necesidad de reconocimiento, la sexualidad,la agresividad ante la frustración, etc.
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