Por alguna extraña razón, sólo se siente seguro cuando no es comprendido ni amado. Así, para rechazar a los otros, destierra de su corazón toda emotividad y sensibilidad. se hace frío como la piedra o como el hierro y, al mismo tiempo, su mirada trata de transformar a los demás en un siniestro cortejo de piedras. (p. 469).
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