Chacón Fuertes, P. (2020). Saber
y Verdad en Sigmund Freud: Una introducción a la Epistemología del
Psicoanálisis. Edición del autor.
Rodríguez Sutil, C. (2020). Reseña de la obra de P. ChacÓn: Saber y verdad en Sigmund Freud. Clínica
e Investigación Relacional, 14 (2): 539-543. [ISSN 1988-2939]
Durante el confinamiento de marzo apareció esta obra de Pedro Chacón, catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense y gran filósofo, cuyas inquietudes le han llevado de Kant a María Zambrano, pasando por Bergson y con repetidas incursiones en la filosofía de la psicología, su campo de especialización y, en concreto, la epistemología del sicoanálisis. A este espacio en concreto, como es evidente, - no demasiado transitado en nuestro medio - se dedica la obra que nos ocupa.
El libro consta de dos partes. La
primera parece haber sido redactada recientemente y en ella se enfrenta la
cuestión de cuál es la naturaleza del saber analítico, de su relación con otras
ciencias – medicina, psiquiatría, biología y psicología – con todas hay puntos
de contacto y zonas comunes, pero con todas ellas mantiene el psicoanálisis su especificidad,
y termina con las respuestas que Freud fue dando a sus críticos. La segunda
parte se compone de una serie de trabajos elaborados para diversas
circunstancias. Muy interesante me ha resultado el primero, sobre la verdad
analítica y la verdad objetiva.
Aparece detallada la pelea
intelectual entre Freud y Janet, en la que se muestra la diferencia entre el
mecanismo de la disociación del psiquismo, como proceso hipnoide, que aducía el
psiquiatra francés, y la represión que el austriaco introdujo como mecanismo de
defensa casi fundamental durante muchos años. Pero la relación fue amistosa
hasta que Janet se permitió criticar en 1913 la teoría sobre la etiología
sexual de las neurosis, e insinuar que esa idea era más fácil que surgiera en
la Viena finisecular.
La pregunta tan traída y llevada
con Freud y el psicoanálisis es sus propuestas pueden recibir la acreditación
de científicas. Freud parece que no lo dudó ni un momento. Ni siquiera se
acogió al expediente de que su doctrina cayera del lado de las ciencias
sociales, o ciencias del espíritu, que en el entorno cultural germánico son
denominadas “ciencias” (Wissenschaften) con el mismo respeto, quizá, que
las ciencias naturales (Naturwissenschaften frente a Geisteswissenschaften).
Para Freud el psicoanálisis era ciencia natural, que seguía el determinismo
materialista y desarrollaba su propio método. Sin embargo, como subraya Chacón,
no cumple con los mismos criterios de replicabilidad de las otras ciencias. Un
psicólogo clínico puede aprender la técnica de la desensibilización sistemática
y aplicarla desde ese momento en su práctica, sin por ello haberse sometido
nunca a ella. En cambio, el psicoanálisis solo puede ser aplicado por alguien
que se haya sometido previamente al psicoanálisis o que lo haya practicado de
manera habitual y haya realizado su propio autoanálisis. En los primeros
tiempos todavía no se había impuesto por completo el análisis didáctico. Pero: “La
experiencia exigida en la formación del analista no sería, en este sentido,
experiencia (Erfahrung), sino vivencia (Erlebnis)” (p. 98). A
diferencia de otras ciencias, el psicoanálisis no se aprende mediante el
estudio y la experiencia. Este hecho es utilizado por Freud para responder a
sus críticos, aquellos que desde el principio se opusieron a explicaciones a
partir del inconsciente, o a la etiología sexual de las neurosis. Los que
rechazaban el psicoanálisis estaban dominados por malentendidos que solo se
resolverían cuando tuvieran una experiencia personal con el psicoanálisis o
bien procedía de una potente resistencia ante sus descubrimientos por razones
inconscientes, producto de los mismos conflictos que el psicoanálisis intentaba
sacar a la luz. Esta última explicación era la aplicable para aquellos que sí
se habían entrenado en el método psicoanalítico, como los discípulos críticos -
Jung y Adler, y muchos otros que vinieron después - pero disentían de la
etiología sexual o de otros aspectos del pensamiento freudiano.
Se enumeran los criterios de demarcación
que Freud fue estableciendo con otras ciencias y otros ámbitos del saber:
medicina, psiquiatría, biología, psicología. El determinismo causal lo aproxima
a las ciencias físicas, y también se alimenta de un campo de observación y
recogida de datos, como es la sesión clínica. Sin embargo, lo que sucede ahí
debe verse desde la perspectiva, como hemos dicho, de la vivencia, en la que el
analista se ve personalmente implicado. Por otra parte, el método que utiliza
el psicoanálisis clásico es la interpretación. Queda así en un lugar
indeterminado entre la física y la hermenéutica. La conclusión de Pedro Chacón
es que el psicoanálisis – el freudiano pues con toda legitimidad es al que
nuestro autor se adhiere en su indagación – no cumple con los criterios mínimos
admisibles para una ciencia. La verdad del psicoanálisis no es la verdad
empírica sino la suya propia, la del descubrimiento de los significados
inconscientes: “¿Es posible y tiene algún sentido un saber sin contenido
“objetivable, un saber en el que, a diferencia de los restantes, no se postula,
al menos como ideal, la puesta entre paréntesis de la propia subjetividad
empírica?” (p. 101). El psicoanálisis es una ciencia de lo inconsciente, pero
lo inconsciente es lo que no se sabe, es un saber que no se sabe (p. 110).
Chacón subraya el carácter aporético de abordar un saber que se define como
no-saber. Pero, como dice más adelante, no es una ciencia según el modelo
oficial, pero es un saber, un saber del inconsciente, un saber del sujeto.
Ambas afirmaciones parecen contradictorias, pero me surge la idea que la
contradicción solo existe si las tomamos de manera estática. Una de las cosas
que el psicoanálisis nos ha enseñado es que, ante la angustia, no debemos
quedarnos con la primera explicación, aunque nos haya servido hasta ese
momento. La angustia es la señal de que hay algo que no sabemos, que
desconocemos, y la indagación analítica no permitirá sacar a la luz. Luego el
psicoanálisis nos enseña algo sobre el sujeto, y es que desconoce la razón
profunda de sus actos. Ese descubrimiento, viene a decir Chacón, muestra que la
verdad analítica no es la de la correspondencia entre la idea (o la
proposición) y el hecho, adequatio rei et intellectus, sino la verdad
del descubrimiento (la aletheia), un proceso de des-ocultación. Donde
haya Ello, Yo debe advenir.
Esa verdad es definida poco
después en un párrafo que podría haber sido extraído de algún autor relacional,
de Bromberg, por ejemplo:
… en rigor y
para una epistemología psicoanalítica, la verdad no preexiste allí, escondida, esperando
que derribemos barreras para mostrarse. Como ciencia del inconsciente ha de
reconocer que éste no preexiste de antemano; las formaciones del inconsciente
sólo se originan y muestran en la relación intersubjetiva del psicoanalizado y
el psicoanalista. (p. 125)
Freud abandonó el terreno firme
de la ciencia cuando desistió de su versión de la teoría traumática, la
seducción, en la famosa carta a Fliess en la que confesaba con preocupación que
ya no podía creer en su histérica. Con eso se abandona la verdad objetiva,
identificable en un acontecimiento real que, aunque no se pueda localizar en la
práctica, sí se puede postular. La verdad analítica que identifica Chacón es la
de la dinámica interna del neurótico. No reproduce los términos del alemán, pero
hace alusión a que la “realidad” a la que se refiere el creador del
psicoanálisis no es no es la realidad objetiva y externa al sujeto, para lo
cual Freud habría utilizado seguramente el vocablo Realität, sino a la
realidad efectiva y propia del sujeto (Wirklichkeit). Aprovecho para
señalar que, con su artículo sobre la confusión de lengua, Ferenczi
reintroduce en el paisaje psicoanalítico esa realidad externa y objetiva y que
ese es el camino que sigue el psicoanálisis relacional contemporáneo. Desde esta
perspectiva se entiende la insistencia de Donna Orange en la hermenéutica de
la confianza frente a la hermenéutica de la sospecha.
Volviendo al texto se entenderá
el anterior párrafo. Aquí se informa también del permanente debate sobre el
rechazo de la filosofía por parte de Freud y su inevitable inserción – malgré
lui – en la misma. Freud se burlaba de la filosofía, pero como recoge
Chacón a lo largo de la obra y, sobre todo, en el apéndice final, era un
racionalista convencido y el psicoanálisis no se aparta del pensamiento
filosófico relevante en su momento. Entre los autores que le influyeron de
manera directa o indirecta, y que también se citan, estarían sobre todo
Schopenhauer y Nietzsche. Freud no extraía su saber solo de la clínica. Chacón
nos recuerda cómo Ricoeur asociaba al creador del psicoanálisis junto con Marx
y con Nietzsche en la “filosofía de la sospecha”. El yo no es dueño de su casa
y su conciencia esconde motivaciones desconocidas. En Marx se concretaba en la
división entre la ideología y el pensamiento científico que encarna la
dialéctica materialista. Para Nietzsche la escisión se da entre la conciencia y
la biología y, de forma no muy diferente, en Freud lo que permanece oculto a
nuestra conciencia son las pulsiones inconscientes.
Por otra parte, algunos se
preguntarán si es de algún valor lo que un filósofo pueda articular respecto al
psicoanálisis. La obra que hoy nos ocupa es una muestra fehaciente de que los
textos psicoanalíticos no están escritos para psicoanalistas sino para
cualquier persona sensata que pueda extraer conocimientos y conclusiones a
partir de ellas, ya está a favor o en contra del psicoanálisis, total o
parcialmente. Esa exclusividad que en muchas ocasiones se ha mantenido, solo
los pintores pueden opinar de pintura, solo los dramaturgos pueden opinar de
teatro, solo los médicos pueden opinar de medicina…, etc. Tal vez sería así si
los músicos solo compusieran para otros músicos. Para que alguien ofrezca ideas
útiles para la clínica lo único que se necesita es que las elabore de manera
meditada y con conocimiento de causa. Desgraciadamente la actitud del
psicoanálisis como profesión siempre ha sido de desconfianza y de distancia
respecto a los campos del saber aledaños: psicología, biología, medicina y,
también, la filosofía. Paradójicamente, el psicoanálisis en la actualidad tiene
mayor presencia oficial en ámbitos alejados de la clínica, como pueden ser los
departamentos de filosofía y literatura de muchas universidades.
Una de las aportaciones más
útiles del libro de Pedro Chacón es la diferencia que establece, en el apéndice
final, entre epistemologías internas frente a epistemologías externas. La
epistemología interna es la concepción – multitud de concepciones, más bien –
dentro del propio psicoanálisis sobre cómo se alcanzan los conocimientos de su
campo, es decir, cuál es y cómo se logra la verdad psicoanalítica, que casi
desde el principio conecta con la cuestión de cuáles son los conceptos del
edificio freudiano que pueden ser conservados, los que no pueden ser tocados en
absoluto y aquellos que deben ser cambiados.
No he encontrado en el libro de
Chacón ningún apunte sobre el posible debate de hacia dónde va el
psicoanálisis. Pienso que las contradicciones internas del edificio freudiano,
según hemos podido ir viendo a lo largo de la lectura, son de tal envergadura
que llevarán a una importante disociación del corpus teórico y diversificación
de técnicas (o no-técnicas) en la práctica, práctica poco protocolizada, pues
muchos sentimos que la vivencia a la que se refería el padre del psicoanálisis,
esa Erlebnis, reside en la esencia de toda experiencia psicoterapéutica
y nunca podrá ser traducida al lenguaje empírico de la ciencia. Rechazaremos la
teoría pulsional – Freud reconocía que casi nadie había aceptado su propuesta
de la pulsión de muerte – la etiología sexual de las neurosis, diremos que lo
inconsciente no es sólo lo reprimido o lo heredado. Lo que nunca dejaremos de
creer es que vale la pena escuchar al paciente e intentar entender qué es lo
que le pasa. Puestos a agitar la lámpara, yo desearía una aproximación entre
psicoanálisis y psicología, siempre que la psicología admitiera el campo de
indefinición de la práctica, generadora de su propio saber, en este caso la psicoterapia
– algo que ya se admite, pero de un modo tácito – y señalo, en contrapartida,
que el psicoanálisis no es una ciencia de lo inconsciente sino del
comportamiento. Lo inconsciente no es nuestro objetivo sino el instrumento para
entender el sentido de lo que las personas hacen y dicen, o no hacen ni dicen.
Pido disculpas por este excurso. Como
despedida, Chacón termina diciendo:
La meta no
está asegurada, sólo el caminar en su búsqueda. (p. 196)
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