miércoles, 14 de mayo de 2025
OTRA BREVE VISITA A LOS PROTOTIPOS DE LA PERSONALIDAD
La posición depresiva y esquizoparanoides coincidiría con lo aportado por Melanie Klein y Fairbairn, en el sentido de evolución del superyó (desde lo paranoide a lo depresivo) pasando por la confusión como posición intermedia y alternante (Klein pensó en una posición maníaco-depresiva). Por dar un apunte, hablo de la relación entre yo-ideal e ideal del yo: En la posición esquizoide hay una identificación entre yo ideal e ideal del yo: yo soy mi propio ideal (narcisismo de piel dura). En la posición confusional el ideal del yo es inalcanzable pero nunca se renuncia a él del todo y se vive brevemente en ciertas ocasiones, con la existencia del doble vínculo: tú tienes que llegar a lo máximo pero sabemos que nunca vas a ser capaz. Terminando con un ideal del yo más modesto, en la posición depresiva: yo sé que no soy un genio pero nadie me negará el esfuerzo (obsesivo); yo parezco un genio, a qué sí, bueno, no (en el histérico); yo no me preocupo por ser un genio pero hago y haré todo lo que me pidas para que estés satisfecho, y no entiendo por qué nunca lo estás (en el sumiso).
En lugar de “conflicto sexual” yo ahora prefiero hablar de problemática en el apego o en el emparejamiento (sexual y no sexual). Cuando te encuentras con narcisista, fóbico e histérico la problemática se plantea en la conquista del otro, desde la seguridad del narcisista, la absoluta inseguridad del fóbico (o evitativo) – necesito que me aceptes con mis grandes defectos y cada vez que meta la pata – y la seducción y dramatización del histérico (no soy magnífico pero lo represento y nunca estoy seguro de mi conquista y si la logro no me quedo satisfecho). Por el otro lado estaría el manejo de la agresión. El agresivo (antisocial) ha aprendido a conseguir sus deseos con la agresividad dirigida de forma premeditada (nunca me lo niegan), el explosivo-bloqueado (no es bueno el descontrol agresivo, pero usted comprenderá que en esa situación yo no fuera capaz de controlarme y estallara, pero nunca he hecho daño a nadie) – si un explosivo hace daño de forma premeditada, entonces diré que no es explosivo puro sino que está a caballo con el prototipo agresivo. Finalmente el obsesivo quiere un mundo organizado y lógico, controla o inhibe la agresión y la muestra como enfado porque algunos no cumplen con su obligación o se saltan el orden debido. Ahora quedan las personalidades intermedias: esquizoide, límite y sumiso. En ellas, los pocos “pacientes” que acuden a salud mental en el ámbito de esos prototipos, la agresión o el apego no presentan una problemática especial. Como decía mi maestro en estas lides, Nicolás Caparrós, “pasa que no pasa nada”. El esquizoide vive tranquilo en su mundo privado si tiene el suficiente apoyo familiar para no tener que bregar con “el mundo exterior”, con empleos que no supongan el trato con personas – por ejemplo, los ordenadores, los videojuegos - o bien actividades muy regladas o protocolarias. El confuso (límite) tiene un nivel mayor de acceso a las relaciones, con oscilaciones importantes en el estado de ánimo (estable inestabilidad) y estado de confusión en las relaciones – no termina de entender la motivación de los otros, cosa que le ocurre también al esquizoide, pero a este es algo que sí le preocupa y que lo intenta. Finalmente, del sumiso ya he dicho antes lo característico: hace lo que el otro quiere.
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