Levanto la vista del lomo de un libro sobre psicología
evolutiva que observaba distraído y me
encuentro con la mirada de mi paciente imaginaria que se ha medio materializado
frente a mi.
P- Buenas tardes, doctor.
T- Buenas tardes… sí soy doctor, porque hace más de veinte
años defendí una tesis, pero quiero aclarar que no soy médico. Lo digo porque
todavía hay mucha gente que se confunde y piensa que todos los psicoterapeutas
hemos estudiado medicina, cuando no es así en la mayoría de los casos. Pero no
sé si esto es ahora mismo de tu interés.
P- Agradezco la explicación y en algún momento será
necesario ampliarla. Sin embargo lo que hoy me trae es la duda sobre cuándo es
necesario hacer psicoterapia y qué es lo lleva a las personas a consultar con
un psicoterapeuta.
T- Como todas las cuestiones que me estás planteando en
estas entrevistas, la respuesta que debo dar no es simple, ni mucho menos y
para acotarla un poco me referiré sobre todo al campo de los adultos en el que
tengo algo más de experiencia y es más fácil de explicar. Para empezar, diré
que considero que no todas las personas necesitan realizar una psicoterapia y
que es posible el crecimiento y la evolución en el día a día, gracias al
contacto con familiares y amigos. Cuando esto no es suficiente es cuando
conviene acudir a nosotros, sobre todo cundo los problemas irresolubles no son
de tipo material sino más bien de estilo de vida, de forma de enfrentarse a las
situaciones y relaciones. Desde luego, esto también puede luego tener
consecuencias materiales. Veamos unos ejemplos para aclarar las ideas. La
persona es tan tímida que no es capaz de entablar relaciones de amistad o de
pareja, y cuando las consigue se siente dominado o perjudicado. En este y en
otros casos se cumple que la persona dispone de recursos materiales y de la
suficiente salud física para tener una vida satisfactoria, y no lo consigue. También
se puede requerir una psicoterapia cuando las dificultades materiales provocan
un malestar agudo, por ejemplo, alguien que ha sufrido varias pérdidas reales
muy de seguido o que se ha visto sometido a una situación estresante de gran
envergadura, como una catástrofe o similares. Pero este segundo grupo de “pacientes”,
que son personas que en otras circunstancias no se habrían planteado acudir a
consulta, no forman el grueso de la demanda y además existen colegas
especializados en su atención y tratamiento. Digamos que la mayoría de las
personas que acuden a mi consulta podrían organizárselo bien y no lo consiguen.
Indudablemente la indagación posterior nos permite descubrir, al menos en
parte, los motivos de su malestar, motivos que, a mí entender, tienen que ver
con vivencias n la infancia relacionadas con carencias emocionales. Se da la
paradoja de que el mero hecho de solicitar atención es un signo de equilibrio y
que, en cambio, sujetos con una gran problemática psicológica nunca se plantearán
ponerse en manos de un profesional.
P- Quieres decir que vosotros no sois ‘loqueros’.
T- Pues no negaré que algunas personas que yo atiendo o he
atendido padecían trastornos graves del comportamiento, pero la gran mayoría
son sujetos ‘normales’ – dicho con todo el cuidado con el que hay que emplear
esa palabra pues a menudo ella, o su contraria, han servido para estigmatizar. Repito
que son sujetos normales que sufren de algún tipo de dificultad y consideran
que la psicoterapia puede ser un camino para resolverla. Si me preguntas cuándo
esas dificultades justifican acudir a consulta, mis recomendaciones sólo pueden
ser de tipo genérico. Veamos, cuando tienes una fobia es aconsejable que pidas
ayuda si esa angustia te impide el normal desenvolvimiento en las diferentes
esferas de tu vida: familiar, laboral y de relaciones amistosas. Una cosa es
que los locales pequeños, oscuros y superpoblados te desagraden y otra cosa es
que no tengas amigos porque no te puedes ir a tomar una copa con ellos. Una
cosa es que te gusten poco los perros y otra es que no puedas salir a la calle
por el temor que te provoca ver cualquier animal. Una cosa es que estés triste
y otra que no te permitas disfrutar de las diversiones que hasta ese momento te
agradaban – charlas, cine, paseos, viajes – y te encierres en casa todo el
tiempo libre, por no hablar del que se queda llorando en la cama y abandona
también el trabajo.
P- ¿Es la fobia, o las fobias, entonces, uno de los motivos
principales para pedir psicoterapia?
T- Pues si nos referimos de manera estricta a la
psicopatología, entre los problemas más habituales están las fobias y
ansiedades en general, diversas formas de depresión y también problemas en el
control de la agresividad. Pero e mi opinión la mayoría de las consultas tienen
que ver con dificultades a la hora de establecer relaciones de pareja,
mantenerlas o terminarlas – y no primordialmente por problemas sexuales que
también pueden darse y también se dan. Un asunto relacionado es el de las
necesidades de independización de la familia de origen, pues en cierta medida
también pueden explicar las dificultades con la pareja. Pero subiendo un
poquito de nivel, el mayor problema de la humanidad es el de no sentirse
suficientemente querida, o no de la manera adecuada, y siempre con razón,
aunque no sea de la manera que la persona cree.
P- Sospecho que no es así, pero con esto que acabas de decir
se podría pensar que la solución a los problemas psicológicos es el afecto y el
cariño, por lo que el terapeuta lo que debe hacer es querer y acoger a sus
pacientes con su gran corazón.
T- Es posible que alguien piense que esa es la ‘técnica’ de
los terapeutas relacionales, pero debo deshacer ese error. Desde luego que
intentamos acoger al paciente con afecto sincero y empatía, a diferencia de la
extremada neutralidad de la que en ocasiones han hecho gala los analistas clásicos,
supongo que más en las comunicaciones externas y no en el seno de la sesión,
afortunadamente. Ahora bien, ese ambiente de acogida y comprensión tiene que
servir para que paciente y terapeuta colaboren en la búsqueda de una mayor
comprensión y superación de las dificultades de la vida cotidiana, empezando
por la propia relación entre ambos en el contexto terapéutico. Por tanto, el
paciente en terapia tiene una tarea por delante, a veces difícil o incluso
angustiosa, y no una solución mágica a sus problemas.
P- En resumidas cuentas, opinas que lo que más queremos es
que nos quieran.
T- Bueno, sí, querer y que nos quieran. Pero el bebé y el
niño pequeño tienen que aprender a querer en un ambiente familiar que le
ofrezca cariño y que asimile de forma positiva sus expresiones de agresividad y
enfado sin que se conviertan en catastróficas. Winnicott ha sido posiblemente
uno de nuestros antecesores que mejor captó esta dinámica. Luego nos
encontramos con personas cuya carencia inicial de afecto fue de tal naturaleza
que sólo saben expresarse desde la destructividad, que todos usamos pero que se
espera no abusemos de ella. Estos sujetos a los que me refiero – agresivos,
destructivos – son inaccesibles a toda forma de tratamiento. También es muy difícil
tratar a aquellos que convivieron en su infancia con personas así e
interiorizaron una imagen extremadamente deteriorada de sí mismos. Tanto un
extremo como el otro, no obstante, no son representativos del paciente
promedio.
T- Y todas las personas que acuden se benefician de la
psicoterapia.
P- Me parece que ya tratamos algo este asunto pero quizá
convenga volver de nuevo a él. La inmensa mayoría de las personas que siguen
una psicoterapia durante un tiempo suficiente se benefician de ella, aunque no
todos y no siempre, y esos casos de impás necesitan se considerados en detalle,
pero no ahora. Luego están muchas personas que abandonan a las pocas sesiones, con
todo el derecho del mundo, algunas porque no hemos sabido entender adecuadamente
su problemática, otras porque implemente no les hemos gustado o inspirado
confianza y, finalmente – y para que la responsabilidad no sea siempre nuestra –
algunas porque descubren que la psicoterapia no es una solución inmediata o sin
esfuerzo.
P- Pues muchas gracias de nuevo por tus respuestas.
T- Como siempre, quedo a tu disposición.