Con motivo de mi participación en el III Congreso Nacional de Gestalt, 2017. "Compartiendo inquietudes", elaboré un guión sobre una serie de preguntas básicas que se plantearon de cara al Panel Plenario. El coloquio en la práctica no siguió ningún guión estricto y es muy probable que el vídeo sea publicado.
1 Dado que la demanda en terapia
es frecuentemente motivada por las fricciones que la persona siente con su
entorno y en definitiva con esta sociedad, ¿Cómo es éticamente trabajar para
que una persona se ajuste a una sociedad profundamente enferma? ¿Cuál es el
trabajo que sería intrínsecamente saludable?
Posiblemente el objetivo no es
tanto que la persona se adapte o se ajuste a una sociedad profundamente enferma
sino que busque el mejor camino para mantenerse relativamente sana y
moderadamente feliz a pesar de la sociedad que le rodea. Por otra parte,
tampoco puede considerarse que la sociedad esté profundamente enferma, pues
entonces lo mejor sería que nos bajáramos del barco. Siempre habrá personas y
grupos relativamente sanos en nuestra. Una de los principales objetivos que se
buscan en toda terapia es la aceptación de uno mismo, lo que normalmente pasa
por la aceptación del propio cuerpo. Quizá el rechazo del cuerpo, es uno de los
aspectos más negativos de nuestra cultura, que se muestra en diferentes formas
de autoagresión: anorexia, vigorexia, negación de la sexualidad o exacerbación
de la misma, evitación de la amistad y del contacto. Somos nuestro cuerpo, si
es que aquí se puede aplicar el concepto de “propiedad”. Pero este cuerpo, esta
persona, no está nunca aislado, aunque momentáneamente pueda estar sola, desde
el primer contacto piel con piel con la madre. Se supone que en la medida en
que nos permitimos el disfrute y la autorrealización también estamos en la
mejor disposición para permitírselo.
2 ¿Qué inquietudes y retos se
nos plantean en la aplicación de la salud mental, emocional, etc... en este
mundo con cambios continuos y galopantes?
Creo no equivocarme si afirmo que
los aquí presentes somos defensores del “slow food” frente al “fast food”. Debemos preconizar el disfrute reposado del
momento y de los momentos sucesivos, de la amistad y el afecto. El afecto por
uno mismo y por los demás ha sido rechazado en los últimos siglos por creencias
religiosas erróneas que consideraban todo disfrute de sí mismo y de los otros
como egoísmo pecaminoso. Pero cuando el afecto por el otro no va acompañado por
el afecto propio se convierte en una máscara de abnegación que esconde
sentimientos negativos. Estamos impregnados de esta religión negativa, pero en
los últimos tiempos, quizá como reacción contra la religiosidad, se pretende
negar los límites de la existencia humana, el dolor, la vejez y la muerte.
Estas son circunstancias que deberemos enfrentar en cada momento tratando de
obtener el mayor beneficio moral de la experiencia y reduciendo los daños
posibles, pero sin dar la espalda a una realidad que se nos impone. Se podría
decir que estamos en un mundo que huye de sus conflictos.
B
¿Podemos estar trabajando con supuestos básicos en psicoterapia que en realidad
son cuestionables o son específicos de esta sociedad, y no de otras sociedades
o períodos históricos?
Si seguimos los principios de una
filosofía valorativa hacia la persona, que defienda la empatía y el apego, los
errores técnicos nunca provocarán problemas graves. El psicoanálisis relacional
postula que la primera necesidad es la necesidad de contacto y compañía, la
relación con otras personas y grupos. Es una necesidad que se cumple en sí
misma sin que haya otros objetivos. La teoría pulsional freudiana, en cambio,
postulaba que buscamos a los otros para satisfacer nuestras necesidades,
sexuales o de destrucción. Aun así, pienso que la mayoría de los colegas de
orientación psicoanalítica han buscado sinceramente beneficiar a las personas
con las que han trabajado, por lo menos con la misma intensidad que ellas
querían beneficiarse del proceso, y que su teoría en gran parte errónea no ha
impedido que sirvieran de gran ayuda a estas personas. Esto no quiere decir que
debamos adoptar una postura ingenua, pues muchas veces somos nosotros mismos –
como pacientes pero también como terapeutas -
los que nos oponemos al cambio, por otro tipo de necesidades adquiridas.
Normalmente hemos aprendido a sufrir de una forma particular y concreta, no por
el disfrute del sufrimiento en sí, sino para evitar un sufrimiento mayor: el
temor a la pérdida del afecto, el derrumbe, la vergüenza, la culpa.
C ¿Qué aspectos de nuestra labor quedan en
entredicho o han de dar giros? ¿Cuáles
han de ser reforzados, si los hubiera, a pesar de las demandas cambiantes?
En la lucha contra el
cartesianismo y la concepción occidental de la “mente aislada”, entroncada con
el rechazo del cuerpo, el mayor riesgo que debemos evitar como terapeutas es la
creencia en que la terapia es algo que el terapeuta ejerce sobre el paciente o
cliente. Desde el psicoanálisis relacional insistimos en que la terapia es una
tarea de dos personas (o más), en la que uno ejerce el rol de terapeuta pero
inmerso también en una relación enriquecedora y que le proporciona una
posibilidad de cambio personal. Sin que se llegue a una igualdad total de
roles, pues uno se ofrece profesionalmente como terapeuta y otro como paciente,
se trata de una situación gobernada por la mutualidad. El terapeuta que quiere
demostrar su gran intuición, inteligencia y capacidad de análisis ante el paciente
corre el riesgo de realizar intervenciones quizá brillantes pero inútiles. Lo
que el paciente necesita no es un erudito o un santo sino una relación genuina.
3. ¿Qué podría hacer los
profesionales de la salud por un mundo del SXXI… que no hace?
Los profesionales de la salud
deberían atender a los enfermos y no a las enfermedades, pues cada persona
enferma según su propia naturaleza y características. Los profesionales de la
salud mental, por su parte, deberían pensar que, salvo excepciones, las
personas a las que atienden no son enfermos sino individuos que tienen dificultades
en su forma de estar en el mundo y de relacionarse con los demás. La
psicoterapia debe ser pensada como una nueva oportunidad para aprender formas
más satisfactorias de estar con el otro, y nosotros también.
¿En qué les parece que se
parecen Uds. en su hacer -(no tanto quizás en cómo lo cuentan) - a pesar de
pertenecer a enfoques supuestamente diferentes (psicoanálisis, gestalt);
Todas las formas de psicoterapia
que busquen escuchar al otro con paciencia y empatía y ofrecerle un vínculo
positivo se parecen, aunque utilicen “técnicas” diferentes y se sustenten en
teorías particulares.