Déficit y conflicto son dos niveles de patología que no están separados de forma nítida y que se presentan en todos los pacientes, en mayor o menor proporción. En la historia del psicoanálisis se produjo un cambio de concepción, desde la explicación del trastorno como un conflicto entre las tres instancias, o intersistémico, edípico, a una explicación que apunta a la debilidad de alguna de las instancias, es decir, intrasistémica, preedípica. Es obligada la referencia al noruego Bjørn Killingmo, y su distinción de dos tipos de patología: las patologías del conflicto y las del déficit (recomiendo la reseña en www.psicoterapiarelacional.es/Documentación/AutoresDestacados/BjørnKillingmo/BKillingmoReseñacurricular/tabid/147/Default.aspx). Para la psicopatología pulsional, el conflicto y la represión suponen factores causales que vienen del interior. La deprivación y la falla empática que caracterizarían al déficit suponen factores causales provenientes del exterior. Esto, en muchos sentidos, supone la recuperación de la primera teoría traumática (la seducción), como ya pretendió Ferenczi. Las necesidades implicadas en el proceso patológico no son exclusivamente pulsionales, sino que también existen necesidades evolutivas, entre las que Killingmo cita la necesidad de fusión simbiótica (Mahler) y afirmación del sentimiento básico de sí mismo (Kohut).
La existencia de dos maneras de enfermar justifica la constitución y manejo de dos estrategias diferentes, mezcladas normalmente en el mismo proceso psicoterapéutico, pues ningún paciente padece exclusivamente por uno de los dos mecanismos patológicos enunciados. La separación entre inconsciente reprimido y no reprimido es un supuesto necesario en la distinción contemporánea entre patologías por déficit y patologías por conflicto. El inconsciente no reprimido ha recibido diferentes nombres, muy frecuentemente lo llamamos “inconsciente procedimental”, según el término tomado de la psicología cognitiva, y es más o menos equivalente al “conocimiento relacional implícito” del que trata el Grupo de Boston, por poner solo dos ejemplos destacados. El aprendizaje implícito y la memoria implícita pueden ser manifestaciones de un mismo sistema cognitivo que procesa información fuera de la conciencia. La memoria declarativa es aquella que se refiere predominantemente a hechos, mientras que la memoria procedimental es la que almacena información sobre el modo de realizar acciones. Desde el enfoque técnico psicoanalítico, la existencia de la memoria procedimental explicaría la necesidad de una aproximación al paciente propiamente no verbal o, para ser más exactos, no interpretativa, complementaria de la interpretación y el insight. Killingmo considera que, en la patología de conflicto, la tarea del analista consiste en apoyar al yo en la aventura de enfrentarse con afectos e impulsos arcaicos, con representaciones objetales internalizadas que son proyectadas en el analista. El trabajo consiste en descubrir significados ocultos. Sin embargo, ante la patología por déficit el analista no intenta que el paciente descubra significados ocultos sino que experimente el significado mismo: “No se trata de encontrar algo más sino de sentir que algo existe”. Las intervenciones del analista no deben tener una naturaleza tanto interpretativa como afirmativa (p.ej. “lo que usted siente es correcto”, “eso le debió causar a usted una gran perturbación”). La transferencia de conflicto es diferente de la transferencia de déficit, ésta hace referencia a la repetición de necesidades dirigidas hacia objetos cuyas representaciones no han sido internalizadas. Como era de esperar, Killingmo señala que el déficit estructural tenderá a intensificar los conflictos evolutivos comunes. Dicho en otras palabras, si había déficit en las fases tempranas más fácil será que haya conflicto en la etapa aproximadamente correspondiente al Edipo. La transferencia, he repetido en estas páginas, debe dejar de considerarse un fenómeno exclusivo del paciente, que se proyecta, por decirlo así, entero sobre el terapeuta, sino que la relación terapeuta-paciente se desarrolla en un campo co-creado por ambos.
Y hablando de todo un poco, una vez escuché un comentario (o lo leí) de Camilo José Cela que decía que la palabra latina "déficit" no se modificaba en el plural; así se dirá "el déficit" y "los déficit".
La existencia de dos maneras de enfermar justifica la constitución y manejo de dos estrategias diferentes, mezcladas normalmente en el mismo proceso psicoterapéutico, pues ningún paciente padece exclusivamente por uno de los dos mecanismos patológicos enunciados. La separación entre inconsciente reprimido y no reprimido es un supuesto necesario en la distinción contemporánea entre patologías por déficit y patologías por conflicto. El inconsciente no reprimido ha recibido diferentes nombres, muy frecuentemente lo llamamos “inconsciente procedimental”, según el término tomado de la psicología cognitiva, y es más o menos equivalente al “conocimiento relacional implícito” del que trata el Grupo de Boston, por poner solo dos ejemplos destacados. El aprendizaje implícito y la memoria implícita pueden ser manifestaciones de un mismo sistema cognitivo que procesa información fuera de la conciencia. La memoria declarativa es aquella que se refiere predominantemente a hechos, mientras que la memoria procedimental es la que almacena información sobre el modo de realizar acciones. Desde el enfoque técnico psicoanalítico, la existencia de la memoria procedimental explicaría la necesidad de una aproximación al paciente propiamente no verbal o, para ser más exactos, no interpretativa, complementaria de la interpretación y el insight. Killingmo considera que, en la patología de conflicto, la tarea del analista consiste en apoyar al yo en la aventura de enfrentarse con afectos e impulsos arcaicos, con representaciones objetales internalizadas que son proyectadas en el analista. El trabajo consiste en descubrir significados ocultos. Sin embargo, ante la patología por déficit el analista no intenta que el paciente descubra significados ocultos sino que experimente el significado mismo: “No se trata de encontrar algo más sino de sentir que algo existe”. Las intervenciones del analista no deben tener una naturaleza tanto interpretativa como afirmativa (p.ej. “lo que usted siente es correcto”, “eso le debió causar a usted una gran perturbación”). La transferencia de conflicto es diferente de la transferencia de déficit, ésta hace referencia a la repetición de necesidades dirigidas hacia objetos cuyas representaciones no han sido internalizadas. Como era de esperar, Killingmo señala que el déficit estructural tenderá a intensificar los conflictos evolutivos comunes. Dicho en otras palabras, si había déficit en las fases tempranas más fácil será que haya conflicto en la etapa aproximadamente correspondiente al Edipo. La transferencia, he repetido en estas páginas, debe dejar de considerarse un fenómeno exclusivo del paciente, que se proyecta, por decirlo así, entero sobre el terapeuta, sino que la relación terapeuta-paciente se desarrolla en un campo co-creado por ambos.
Y hablando de todo un poco, una vez escuché un comentario (o lo leí) de Camilo José Cela que decía que la palabra latina "déficit" no se modificaba en el plural; así se dirá "el déficit" y "los déficit".