Recientemente me ha tocado responder por escrito a una pregunta que me vienen planteando desde hace años compañeros que comienzan, y aprovecho la ocasión para publicar mi respuesta aquí. No pretendo en absoluto sentar cátedra sino comunicar mi opinión sobre el tema y, si acaso, iniciar una amistosa polémica con quien disienta sobre ella. El enunciado de la cuestión es: ¿Qué hacer cuando un conocido, amigo o familiar nos pide que le atendamos en consulta? A menudo esta petición se acompaña, ante nuestra reticencia, del argumento de que con nosotros tiene confianza y le resultaría más fácil hablar. No recuerdo de momento ninguna publicación que trate el asunto de manera estricta, quedando, por tanto, al sentido común práctico de los profesionales. Está claro que si tienes que señalar al paciente cosas dolorosas o molestas - ¿y en qué psicoterapia que se precie no ocurre esto? - siempre se aceptarán mejor si vienen de un profesional "neutral" y en ese sentido será mejor que no haya ninguna relación previa que se pueda resentir. En los tiempos gloriosos quizá no era así; Freud, por ejemplo, analizó a su hija Anna, posiblemente porque ninguno de sus discípulos se habría atrevido a tanto, y hubo otros casos parecidos. Como consejo general diría que conviene que no haya ningún conocimiento previo entre terapeuta y paciente y, en cualquier caso, es recomendable que no sean familiares o amigos o haya posibilidades claras de relación estrecha en el futuro, al menos mientras la terapia dure. Tampoco es conveniente atender a dos personas de la misma familia o pareja de manera simultánea, pero es desaconsejable también aunque haya pasado el tiempo, pues el primer paciente tiene derecho a conservar la posibilidad de retomar la terapia cuando lo desee o necesite y las circunstancias lo permitan. Fuera de eso, no me parece incompatible, por ejemplo, que un paciente que atiendo durante un tiempo asista a un curso que imparto.
Cuando alguien conocido te solicita atención bajo esos condicionantes, como es que contigo tiene más confianza, normalmente abriga la esperanza de que tú le ofrezcas un trato de favor y no le digas cosas que no quiere oír, cuando no una solución mágica e inmediata a sus problemas. Ya se sabe que el público lego se mueve en una dicotomía marcada respecto a los profesionales de la psicoterapia: o bien somos inútiles y no sabemos nada, o bien somos hechiceros con poderes ocultos. Como detalle adicional, el solicitante puede estar aprovechando, de manera premeditada o no, tu situación de terapeuta en formación, es decir, aprendiz de brujo todavía tiernito/a. Si te niegas de manera amable pero firme, das una imagen de profesionalidad. No obstante, recomiendo un manejo flexible de esta demanda. Si el conocido está expresando de forma razonable una necesidad que parece real, suelo proponer una entrevista, que no cobro, preferentemente en mi despacho, en la que puedo ofrecer mi opinión personal-profesional sobre el motivo de consulta, si es necesario – cosa que no ocurre siempre - recomiendo de nuevo que se consulte a otro colega y sugiero algún nombre en caso de que se me pida. Esto suele ser suficiente. Cuando no es así, me cierro ante cualquier prolongación.
Cuando alguien conocido te solicita atención bajo esos condicionantes, como es que contigo tiene más confianza, normalmente abriga la esperanza de que tú le ofrezcas un trato de favor y no le digas cosas que no quiere oír, cuando no una solución mágica e inmediata a sus problemas. Ya se sabe que el público lego se mueve en una dicotomía marcada respecto a los profesionales de la psicoterapia: o bien somos inútiles y no sabemos nada, o bien somos hechiceros con poderes ocultos. Como detalle adicional, el solicitante puede estar aprovechando, de manera premeditada o no, tu situación de terapeuta en formación, es decir, aprendiz de brujo todavía tiernito/a. Si te niegas de manera amable pero firme, das una imagen de profesionalidad. No obstante, recomiendo un manejo flexible de esta demanda. Si el conocido está expresando de forma razonable una necesidad que parece real, suelo proponer una entrevista, que no cobro, preferentemente en mi despacho, en la que puedo ofrecer mi opinión personal-profesional sobre el motivo de consulta, si es necesario – cosa que no ocurre siempre - recomiendo de nuevo que se consulte a otro colega y sugiero algún nombre en caso de que se me pida. Esto suele ser suficiente. Cuando no es así, me cierro ante cualquier prolongación.
4 comentarios:
Hay diferentes maneras de pensar. A mi parecer se tendrían que hacer varias sesiones para saber si ese sujeto puede o no puede hacer un análisis. Pensar antes esto sí se puede y esto no se puede, son prejuicios, juicios previos, que en psicoanálisis no tienen lugar. Saludos. Amelia Díez Cuesta. Psicoanalista
La cuestión, Amelia, no es si esa persona en concreto puede o no puede hacer un análisis, sino si es conveniente que lo haga contigo, para lo cual, evidentemente, hay recomendaciones. Los juicios previos no son obligatoriamente negativos y, desde luego, son inevitables, no podemos vivir sin ellos. Yo parto del supuesto de que el suelo de la habitación de al lado no se ha hundido y cruzo rápido por el pasillo. Lo importante es examinar esos juicios previos cada cierto tiempo.
Yo también estoy de acuerdo en que no se debe atender estos casos, es evidente que los psicoterapéutas vamos adquiriendo una visión de la vida digamos diferente u objetiva y en ese sentido podemos ser de ayuda para nuestros amigos y cercanos, pero de ahí a pasar a hacer una terapia me parece peligroso para la relación, no sin antes decir que es inevitable que la subjetividad (en torno a la relación previa) de alguno de los dos, cuando no de ambos salga en algún momento dentro de la terapia y sabemos lo inadecuado que esto es...
Aranza
Gracias por su comentario, Aranza. Nada que añadir.
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