Cuando intentamos definir la motivación desde un punto de
vista relacional nos enfrentamos, de forma inadvertida casi siempre, con el
problema de que ya de inicio estamos planteando que el individuo tiene una
necesidad, de apego o contacto, de reconocimiento, afiliación o lo que sea.
Entonces es cuando el otro entra en escena, pues es necesario. Pero cuando
imaginamos esta operación ya estamos dando por supuesta la existencia de
entidades separadas yo-necesidad-otro y, si acaso, reconociendo la reciprocidad
otro-necesidad-yo. La realidad, sin embargo, es más complicada, a pesar de ser
más simple. El mero planteamiento de la necesidad es social por definición;
toda necesidad es social aunque se refiera a los elementos más básicos de la
subsistencia: comida, agua, aire. En situaciones de escasez los consumo, si
puedo, a espaldas de los otros, pero pensando en los otros, con culpa u odio, o
indiferencia. Es en el contexto de todos donde surge mi necesidad como algo que
puede ser mío propio. Seré grandioso en mi humildad adsorbiendo a todos los
otros, o me disolveré con egoísmo ente todos, como un santo. Desde el primer
momento, siguiendo a Winnicott, el bebé y la madre forman una unidad de
motivación. El llanto del bebé, diría entonces, es un emergente del sufrimiento
que surge en ambos.
jueves, 5 de septiembre de 2013
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