sábado, 26 de julio de 2025
DE NUEVO CON LA PERSONALIDAD HISTÉRICA
Los últimos sistemas clasificatorios de los tipos de personalidad han estado a punto de eliminar la personalidad histérica o histriónica por diversas razones, como problemas de definición y, seguramente, por el sentido peyorativo que adquirió el término hace ya mucho. Otro motivo, quizá más oculto, tiene que ver con la capacidad del histérico de adoptar diferentes estilos de los suyos propios, muchas veces obsesivos, narcisistas, fóbicos, agresivos, cuando no psicóticos. Sé que mi opinión al respecto es radicalmente minoritaria pero opino que los problemas no se resuelven mirando hacia otro lado. Desde hace tiempo vengo pensando sobre la actitud seductora en la histeria. Siempre se ha subrayado la tendencia del histérico o histérica a adoptar una actitud eróticamente seductora, pero, como subrayó Fairbairn en su momento y Ute Rupprecht-Schampera (1995), después. El primer intento es el de conseguir el reconocimiento del otro que se puede convertir en erótico cuando es el otro del sexo opuesto, para superar una madre especialmente invasiva pero que no atiende las demandas del hijo o hija. La seducción erótica, una sexualización prematura, se ensaya después de otros tipos de seducción, por ejemplo, intelectual pero también de muchas otras formas, a menudo con la actuación del riesgo o de la sorpresa o la pelea continua con la madre o con el padre. Cuando se produce la seducción erótica, que no es más que una forma de la seducción especialmente destacada en nuestra cultura represiva – frente a lo que ocurría en la Samoa que estudió Margaret Mead - en el hombre hetero la seducción se ejerce hacia la madre y en la mujer hetero hacia el padre, a veces en forma de permanente discusión con alguno de los dos (o con ambos). Pero para el histérico – o histérica – la sexualidad no es más que un instrumento en la búsqueda de lo más básico, que es el reconocimiento. Algo de esto está implícito en la idea del “deseo siempre insatisfecho de la histérica”, sólo que me resulta inaceptable que se limite el diagnóstico sólo a la mujer.
miércoles, 14 de mayo de 2025
OTRA BREVE VISITA A LOS PROTOTIPOS DE LA PERSONALIDAD
La posición depresiva y esquizoparanoides coincidiría con lo aportado por Melanie Klein y Fairbairn, en el sentido de evolución del superyó (desde lo paranoide a lo depresivo) pasando por la confusión como posición intermedia y alternante (Klein pensó en una posición maníaco-depresiva). Por dar un apunte, hablo de la relación entre yo-ideal e ideal del yo: En la posición esquizoide hay una identificación entre yo ideal e ideal del yo: yo soy mi propio ideal (narcisismo de piel dura). En la posición confusional el ideal del yo es inalcanzable pero nunca se renuncia a él del todo y se vive brevemente en ciertas ocasiones, con la existencia del doble vínculo: tú tienes que llegar a lo máximo pero sabemos que nunca vas a ser capaz. Terminando con un ideal del yo más modesto, en la posición depresiva: yo sé que no soy un genio pero nadie me negará el esfuerzo (obsesivo); yo parezco un genio, a qué sí, bueno, no (en el histérico); yo no me preocupo por ser un genio pero hago y haré todo lo que me pidas para que estés satisfecho, y no entiendo por qué nunca lo estás (en el sumiso).
En lugar de “conflicto sexual” yo ahora prefiero hablar de problemática en el apego o en el emparejamiento (sexual y no sexual). Cuando te encuentras con narcisista, fóbico e histérico la problemática se plantea en la conquista del otro, desde la seguridad del narcisista, la absoluta inseguridad del fóbico (o evitativo) – necesito que me aceptes con mis grandes defectos y cada vez que meta la pata – y la seducción y dramatización del histérico (no soy magnífico pero lo represento y nunca estoy seguro de mi conquista y si la logro no me quedo satisfecho). Por el otro lado estaría el manejo de la agresión. El agresivo (antisocial) ha aprendido a conseguir sus deseos con la agresividad dirigida de forma premeditada (nunca me lo niegan), el explosivo-bloqueado (no es bueno el descontrol agresivo, pero usted comprenderá que en esa situación yo no fuera capaz de controlarme y estallara, pero nunca he hecho daño a nadie) – si un explosivo hace daño de forma premeditada, entonces diré que no es explosivo puro sino que está a caballo con el prototipo agresivo. Finalmente el obsesivo quiere un mundo organizado y lógico, controla o inhibe la agresión y la muestra como enfado porque algunos no cumplen con su obligación o se saltan el orden debido. Ahora quedan las personalidades intermedias: esquizoide, límite y sumiso. En ellas, los pocos “pacientes” que acuden a salud mental en el ámbito de esos prototipos, la agresión o el apego no presentan una problemática especial. Como decía mi maestro en estas lides, Nicolás Caparrós, “pasa que no pasa nada”. El esquizoide vive tranquilo en su mundo privado si tiene el suficiente apoyo familiar para no tener que bregar con “el mundo exterior”, con empleos que no supongan el trato con personas – por ejemplo, los ordenadores, los videojuegos - o bien actividades muy regladas o protocolarias. El confuso (límite) tiene un nivel mayor de acceso a las relaciones, con oscilaciones importantes en el estado de ánimo (estable inestabilidad) y estado de confusión en las relaciones – no termina de entender la motivación de los otros, cosa que le ocurre también al esquizoide, pero a este es algo que sí le preocupa y que lo intenta. Finalmente, del sumiso ya he dicho antes lo característico: hace lo que el otro quiere.
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